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Fabián Pizarro Arcos

La modernización con características chinas

En este artículo el autor realiza una revisión general de  algunos hitos relevantes que atraviesan la historia contemporánea de la civilización china.

 

Por Milton Reyes Herrera*


Este artículo es una alianza con Revista China Hoy


Hablar de la modernización con características chinas, desde el punto de vista de este artículo, nos remite necesariamente a una revisión de, al menos, un mediano plazo para comprender desde los antecedentes hasta la consolidación del concepto y la práctica propuesta por China en sus últimos congresos. Cabe recordar que como objetivo del Partido Comunista de China (PCCh), la modernización ha estado presente desde su primer congreso. En esta revisión general se señalan algunos hitos relevantes que atraviesan la historia contemporánea de la civilización china.


Diversos periodos


En primer lugar, la incorporación forzada de China al sistema internacional de las grandes potencias occidentales por parte de Inglaterra, produjo ya entonces la discusión sobre la necesidad de responder a los retos de la modernidad occidental y sus aplicaciones en el campo de lo productivo civil y militar. Ahí se discutieron los límites de la tradición filosófico-política y la guía de acción del confucianismo frente a la necesidad de una modernización tecnológica, económica y en el orden político, a fin de que China y su mundo-civilización no fueran inviables ni destruidos. En ese mismo sentido, en la República de China y concordando con los mercantilistas europeos de los siglos XVII y XVIII y el nacionalismo económico de otros Estados capitalistas tardíos como Alemania, Japón o el propio EE. UU., existieron pensadores que impulsaron la necesidad de la industrialización y modernización productiva, como en el pensamiento económico de Sun Yat-sen.


Un segundo momento general se habría ya dado desde el establecimiento de la República Popular China, donde la modernización desde la perspectiva del presidente Mao Zedong se habría enfatizado en el concepto que atravesaba a las grandes potencias occidentales y a la entonces Unión Soviética. Un énfasis claramente identificable era la urbanización e industrialización. Así, más allá de resultados y límites, se asentó la construcción de capacidades especialmente en industria pesada e infraestructura, las cuales también fueron relevantes en los periodos posteriores de la modernización de China.


Un tercer periodo aparece desde la política de Reforma y Apertura, donde podemos señalar los siguientes elementos: a) las reformas que permitieron la construcción de un auténtico sistema bancario, y que impactaron positivamente en la relación ahorro-inversión; b) las reformas exitosas sobre producción agrícola que fueron solventando el problema de alimentos y de acceso a recursos del campo; y c) especialmente el aprovechamiento de las zonas económicas especiales y el direccionamiento por parte de los recursos generados por esa acumulación hacia el interior del territorio concreto (provincias y regiones, por ejemplo) y también en el conjunto del territorio económico de la nación, lo cual además permitió un mayor aprendizaje productivo y tecnológico.


Todo aquello generó un enorme poder productivo y una serie de recursos acumulados, los que permiten comprender un cuarto momento, el cual va del going out al going global. No se trataba solo de una producción y orientación hacia el sector externo, sino también de generar nuevas dinámicas y de mejor calidad para la interrelación económica con el mundo. China propuso alrededor de 2006 pasar del “hecho en” al “creado en China”. Esto último, en realidad, es mejor leído como un retorno al reconocimiento de las capacidades tradicionales del pueblo chino por la invención e innovación.


Y es que en este último argumento podemos encontrar también la clave para el desarrollo, pero también la orientación de su modernización: el reencuentro –en por lo menos los dos últimos periodos generales señalados– con los ejes transversales del pensamiento tradicional de la civilización china.


Un Estado-civilización


Cuando hablamos de China, esta no es solo un Estado-nación, sino un Estado-civilización; un Estado que en el que su materialidad (partido, instituciones y burocracia) está formada por ideas de larguísimo plazo presentes en la dialéctica tradicional china, la cual tiene la capacidad relacional de incluir otros pensamientos e irse continuamente enriqueciendo. Hablamos de un pensamiento de enorme riqueza filosófica, práctica e incluso una guía de acción política que va también a encontrarse y dialogar con la dialéctica marxista y su potencialidad científica. Todo esto coincide con la capacidad de promover el diálogo con las perspectivas teóricas y políticas “occidentales” y, por supuesto, también con promover el encuentro a un nivel civilizatorio.


La modernización con características chinas, especialmente en el periodo de gobierno del presidente Xi Jinping, ha significado un impulso complementario al fortalecimiento del pensamiento tradicional chino, donde la tradición confuciana en su diálogo con el legalismo o el taoísmo, o como por ejemplo en el ejercicio dialéctico con los aportes de conceptos como “el amor universal” presentes en el mohismo, son piezas para estudiar y comprender los elementos claves, como la posibilidad de alcanzar una “cadena armoniosa” en el orden mundial actual o la “comunidad de destino de la humanidad”.


La modernización así, tal como actualmente se la concibe, hace parte de la tradición mencionada. Es la reconstrucción del concepto de la “modernización de corte occidental”, pero también es la proyección de la tradición y flexibilidad de la civilización china, que se orienta a concretar posibilidades de beneficio mutuo, una orientación presente en su larga tradición filosófica.


Esta modernización es, en lo productivo, sobre la economía e inserción frente al orden mundial; pero también es filosófica y política. Y es que, además, la modernización china es material pero también espiritual, ya que intenta solucionar los problemas económicos de la pobreza, pero también los problemas de la naturaleza y su sostenibilidad, incluyendo la recuperación de su belleza.


La modernización, que si bien partió como el proceso de un país en vías de desarrollo tardío, aquí se relaciona con la tradición cognitiva práctica de alimentarse de elementos del pasado de su civilización para proyectar a China hacia el futuro.


Así, tanto la modernización como el alcanzar la prosperidad común de todas las personas coordinando la civilización material y espiritual pueden también ser comprendidos desde conceptos como la “cadena armoniosa” de la matriz confuciana o el “amor universal” del filósofo chino Mozi (476 o 480 a. C.-390 o 420 a. C.), entre otros. Y esto dentro de una visión que no se proyecta solo para China, sino también para otros países. En ese sentido, nuevamente empata con la perspectiva de una cadena armoniosa que existe en la perspectiva confuciana que aún tiene vigencia en este Estado-civilización, y por supuesto informa del nivel de ideas a largo plazo del Partido Comunista de China.


El alcance de la modernización


Aquí también podemos concluir que si bien todo lo mencionado podría ser tan solo un listado magnífico de ideales, el alcance de la modernización con características chinas tal y como está actualmente caracterizado puede ser comprendido mejor desde dos elementos que se orientan a cumplirla: a) el hecho de que sea enunciada claramente como parte de la proyección del Estado, lo que demuestra una voluntad política; y b) la voluntad política, en el caso chino, también se expresa en medidas concretas, que a través de la planificación y la tenacidad de su población y dirigencia la llevan a concretar sus objetivos.


Finalmente, podemos señalar al menos tres ventajas de la propuesta de modernización: 1) permite recuperar y proyectar la civilización china en su conjunto material y espiritual; 2) promueve política y materialmente la concreción de ideas de armonía entre la población, al erradicar la pobreza y reducir las brechas; y 3) se orienta a compartir los logros con las poblaciones de otros pueblos.


Queda así en manos también de otros países y su academia, analizar el fondo y la profundidad de la propuesta para comprenderla y proponer medidas conjuntas que reduzcan las asimetrías históricas de las relaciones interestatales.


*Milton Reyes Herrera es profesor y coordinador del Centro de Estudios Chinos del Instituto de Altos Estudios Nacionales de Ecuador, y profesor de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador.


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